Staphylococcus aureus, de oportunista silencioso a amenaza sanitaria

El uso de los cosméticos en nuestras rutinas diarias es tan habitual que nos paramos poco a pensar más allá del aroma que preferimos para elegir uno u otro. Como ejemplo, actualmente encontramos desde cremas anti-edad hasta pastas dentales con efecto blanqueador.  

Sin embargo, hace apenas unos años que se han comenzado a regular para proteger a los consumidores de los posibles riesgos relacionados a su uso.  

¿Quién y cómo se asegura la calidad de mi desodorante preferido? 

La regulación de los cosméticos se impulsó en un principio debido a la adición nuevos ingredientes, y en 1976 se adoptó la Directiva 76/768 para armonizar las regulaciones de los cosméticos de cada Estado Miembro de la CEE.  

En esta misma década se creó el Comité Científico de Seguridad de los Consumidores (SCCS), una comisión independiente para proveer asesoramiento científico y soporte técnico sobre la seguridad de los cosméticos, los cuales han servido de base para las decisiones regulatorias, incluso fuera de la UE.   

Los cosméticos comercializados en la UE deben fabricarse con las buenas prácticas de fabricación de cosméticos (BPFC), de acuerdo al Reglamento 1223/2009. Para ello, la ISO 22176 es el método estandarizado y reconocido por la UE.  

Uno de las secciones de este Reglamento indica que junto con las BPFC, se deben determinar las especificaciones microbiológicas tanto de las materias primas como del producto terminado.  

Esta calidad microbiológica no es exclusivamente para determinar que un producto sea seguro, sino además para demostrar la eficacia del sistema de preservación, es decir, los conservantes del producto, así como la duración mínima indicada del producto almacenado en las condiciones adecuadas y el plazo después de la apertura (PAO) del producto acabado. 

Lo anterior se debe a que los patógenos, patógenos oportunistas y/o saprófitos pueden encontrarse en los cosméticos, ya sea durante el proceso de fabricación o durante el uso por parte de los consumidores. 

S. aureus es un gram positivo responsable de la mayoría de las infecciones cutáneas ocasionadas por bacterias, incluyendo tanto infecciones superficiales (impétigo y abrasiones infectadas) como invasivas (abscesos subcutáneos y úlceras infectadas). Y es que, aunque la epidermis y la dermis contribuyen a la defensa, este patógeno utiliza diversos mecanismos y factores de virulencia para evadir dichas defensas y así facilitar la colonización y promover la infección de la piel y mucosas.  

La SCCS recomienda que este patógeno no debe ser detectable en 1 g o 1 ml en cosméticos de Categoría 1, que son productos específicamente destinados a las áreas cercanas de los ojos y mucosas de niños menores de 3 años. Y tampoco en 0,1 g o 0,1 ml en cosméticos de Categoría 2, que se refiere a cualquier otro producto. Además, la ISO 17516 que marca los límites microbiológicos para los cosméticos, también indica ausencia de S. aureus en 1 g o 1 ml de cualquier producto cosmético.